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Joan Jara, palabras de despedida

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Joan Jara, palabras de despedida

Me encontré con ella por primera vez siendo un adolescente soviético ansioso de conocer más sobre América Latina. En la revista 'Rovesnik' ('El Contemporáneo'), que en 1984 publicaba capítulo por capítulo cada mes la traducción al ruso de su libro 'Víctor, un canto inconcluso' (en las primeras ediciones en español 'Víctor, un canto truncado'). Joan Alison Turner Roberts, bailarina inglesa que fue esposa del gran cantautor, músico, poeta, director de teatro y militante comunista chileno Víctor Jara, asesinado por los militares de la dictadura de Pinochet, en septiembre de 1973 en Santiago. Mundialmente conocida por el apellido de su marido, Joan Jara escribió este libro donde la historia de su amor es parte de la historia chilena y la voz de Víctor se convierte en una parte inseparable del infinito paisaje de su país, con las olas el Pacifico y la cordillera de los Andes, donde transcurre un inspirado cuento sobre la esperanza y la tragedia de un pueblo del que ella se hizo parte. "La más chilena de las gringas", le decían sus amigos.

Joan Jara murió en Santiago de Chile el 12 de noviembre de 2023, a la edad de 96 años y probablemente a pocas semanas del triunfo final y definitivo de hacerse Justicia para Víctor.

En octubre de este año, por la prensa norteamericana supimos que el asesino de Víctor Jara, el exoficial del Ejército chileno Pedro Barrientos y ahora vendedor de carros usados en Florida, emigró a Miami en 1990, cuando en su país empezaron a procesar a los verdugos de la dictadura, y obtuvo la nacionalidad estadounidense, porque, se suponía, garantizaría su impunidad. Barrientos ha sido detenido en Estados Unidos y se iniciaron los trámites para su extradición a Chile, donde fueron procesados y ya están presos varios de sus cómplices. Fue él quien en los vestuarios del estadio de basquetbol Chile (ahora este estadio lleva el nombre de Víctor Jara), que fue convertido en un campo de concentración tras el golpe militar, después de burlas y torturas, "jugando" con Víctor a la "ruleta rusa", le disparó en la cabeza y ordenó a los soldados que lo remataran. Su papel en el crimen se estableció gracias al trabajo juicioso de periodistas chilenos y en 2012, Chile pidió su extradición a Estados Unidos.

Pedro Barrientos insistía en que era inocente. Pero la memoria se impuso al olvido y aparecieron decenas de testigos, entre militares y prisioneros, que lo vieron en el estadio. Hay varios testimonios que cuentan cómo él se jactó de haber matado a Víctor mostrando su pistola, pero frente a la justicia y a través de sus abogados, él insistió que nunca en su vida había estado en el estadio Chile y que hasta el año 2009 no tenía ni idea de quién era Víctor Jara. La exesposa de Barrientos, María Castro, en sus declaraciones fue aún más lejos y afirmó que no supo del golpe de estado en Chile y de la violencia en el estadio hasta 1987.

En 2016, un tribunal de Miami lo declaró culpable y en julio de ese año se le retiró la nacionalidad estadounidense. Han pasado más de 50 años desde el día del crimen, pero gracias al esfuerzo de muchas personas de diferentes países, por fin se hará la tan esperada justicia. El rol de Joan y sus dos hijas, Manuela y Amanda, en este proceso de búsqueda de verdad y justicia, que muchas veces pareció eterno, imposible, inútil o simplemente una locura, fue central e imprescindible para conseguirlo. El Ejército chileno hasta ahora sigue guardando sus oscuros secretos. Tenemos que reconocer que conseguir justicia en el caso de Víctor no sería posible sin el brillante trabajo de investigación del equipo de periodistas del programa del canal Chilevisión 'En la mira', dirigido por Pedro Azocar.

No sé qué fue más doloroso para Joan, si presenciar la exhumación de los restos de su marido para poderle demostrar al mundo y a la justicia, una vez más, que su muerte no sólo no fue por causa natural, sino que también hubo un tiro de gracia en la nuca, mencionado por un soldado testigo, o el tener que escuchar en los tribunales de la justicia norteamericana las cobardes y miserables palabras de ese "valiente soldado", igual de cínico y asesino como tantos años atrás, que nunca hubiera recapacitado ni arrepentido. Igual que en el caso Pinochet, la justicia extranjera en pocos días resolvió lo que la chilena no pudo hacer en décadas. Paradójicamente en este caso, la justicia se hizo en el país que fue el principal auspiciador y cómplice del golpe militar en Chile.

Joan solía decir que su lucha no era sólo por su marido, sino para lograr la justicia para todas las víctimas. Agregaba también que fue una privilegiada al haber podido encontrar el cuerpo de su marido, reconocerlo y enterrarlo. Los familiares de miles de "detenidos desaparecidos" por la dictadura no tuvieron esa suerte.

En mis primeros años en Chile, tuve la suerte de conocer personalmente a Joan. Siempre cuando se podía, yo llevaba a mis amigos de todas partes hasta la plaza Brasil de Santiago, donde se encontraba la Fundación Víctor Jara, que ella presidía. Me acuerdo de las humildes oficinas y del segundo piso donde se guardaba en un lugar especial la vieja guitarra de Víctor como una sobreviviente de esta tremenda historia. Joan siempre estaba llena de tareas, ayudando, resolviendo, organizando, apoyando. Ella tenía muchos amigos en la Unión Soviética, los recordaba con cariño y gratitud, y siempre mantenía muchísimo interés por los acontecimientos en esta parte del mundo.

A finales de los años 90, conversábamos mucho con ella, soñando un poco con intercambios de músicos y artistas entre Chile y las repúblicas de la ex-URSS. En la Fundación Víctor Jara, físicamente pegada al Centro de Danza Moderna Espiral, que fue otra obra importante de su vida y donde ella hasta muy avanzada edad seguía dando clases de danza, siempre transitaba mucha gente maravillosa, llena de proyectos, sueños y locuras. Entre ellos había grandes personajes de la historia y cultura de Chile y muy jóvenes estudiantes y activistas de diferentes colectivos de izquierda que sentían necesidad de estar cerca de ella y de su causa. De repente, en esta humilde casa, como si nada, aparecían estrellas internacionales que en su paso por Chile sólo querían darle un abrazo solidario a ella o muy humildes campesinos o indígenas mapuche que desde lejanos rincones del país traían a la 'casa de Víctor' un regalo. Era un ambiente familiar, de mucha confianza, complicidad, compromiso político y, sobre todo, sencillez. Uno de los primeros lugares del descubrimiento de América Latina para mí fue sin duda la Fundación Víctor Jara, en tiempos de esos primeros años de una tímida democracia chilena, cuando las canciones de Víctor no se transmitían ni en la radio ni en televisión, a la dictadura se le llamaba "régimen militar" y la gente prefería evitar los temas políticos.

La recuperación de los terrenos culturales y políticos arrebatados a los chilenos por la dictadura también comenzó aquí, en la Fundación Víctor Jara, que hizo como nadie para recuperar la memoria histórica prohibida. En ninguna circunstancia Joan tuvo el rol de la viuda de un santo. Acompañada por Víctor toda su larga vida, ella estaba haciendo lo que sentía que estaría haciendo él, con los mismos sueños e ideales, sólo que en otros tiempos y circunstancias. Por eso volvió a Chile desde Inglaterra todavía en los años de la dictadura, a pesar de todas las amenazas, y en los tiempos de la democracia, a pesar de todas las ofertas y oportunidades, a diferencia de tantos otros, no hizo negocios con ningún representante del poder. Su fundación ha sido un ejemplo de humildad, de mantenerse consecuente y de dignidad.

Ahora, cerrando el ciclo de los tiempos aquellos, Joan también se convierte en parte de algo que defendió tanto: nuestra memoria. Nuestra agradecida y porfiada memoria.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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