Un gato medieval amasa una jarra de arcilla y deja su huella en la historia
Un equipo internacional de arqueólogos halló la rara huella de una pata de gato en un fragmento de una antigua jarra de arcilla, lo que indica que alguna vez hubo un felino feliz en el monte Sión, en el actual Israel, hace más de 1.200 años. El hallazgo es la primera prueba arqueológica de la costumbre de estas mascotas de amasar con sus patas una superficie blanda cuando se sienten bien.
1,200 years ago, a cat in Jerusalem left the oldest known evidence of 'making biscuits' on a clay jug https://t.co/A7qUhL1lD3
— Live Science (@LiveScience) October 28, 2024
Los científicos explicaron a Haaretz y Live Science su suposición de que en algún momento entre mediados del siglo VIII y mediados del siglo XIII, durante la dinastía musulmana abasí, un alfarero fabricó una vasija y la dejó secar al sol. La pieza atrajo a un pequeño gato, que supuestamente decidió echarse sobre ella para tomar algo de sol y dejó su huella en la arcilla aún maleable, y con ello, también en la historia.
Los arqueólogos observaron que el rastro es bastante profundo, con marcas de las garras extendidas y la huella de parte de la pata, lo que indica que el gato no se limitó a caminar sobre el utensilio sino que intentó presionar la arcilla con sus extremidades. Ese hábito también se conoce como 'hacer galletas' por la similitud de los movimientos de amasado, y es común en los gatos cuando se sienten satisfechos y seguros.
"La huella de la pata indica que el pequeño gato estaba probablemente recostado en el borde curvo de la jarra, posiblemente tomando el sol", dijo a Haaretz el profesor Shimon Gibson, del Departamento de Historia de la Universidad de Carolina del Norte. "Solo podemos imaginar que ronroneaba mientras tomaba el sol en Jerusalén", añadió.
También sugirió que el animal pudo haberse quedado dormido en el borde de la vasija y, al empezar a caerse, la arañó para sujetarse, o pudo haber saltado de vasija en vasija y empezar a deslizarse y arañar. El experto también señaló que esos animales tenían un significado especial en la cultura islámica durante el periodo abbasí. Según dijo, "se mencionan en las primeras fuentes islámicas, incluida la literatura hadiz, y se dice que el profeta Mahoma sentía gran afición por los gatos".
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