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EE.UU. se abre a negociar la limpieza de un área de España contaminada con plutonio hace 57 años

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En 1966 se produjo un accidente entre dos aviones del Ejército estadounidense que contaminó con el material radioactivo 40 hectáreas de la costa de Almería, al sur del país.
EE.UU. se abre a negociar la limpieza de un área de España contaminada con plutonio hace 57 años

El Gobierno de EE.UU. comunicó a España que está dispuesto a negociar la limpieza del área que continúa contaminada con plutonio en Palomares, localidad costera de la provincia de Almería, al sureste del país, tras un accidente de dos aviones del Ejército estadounidense ocurrido en 1966.

Se trata de una extensión de alrededor de 40 hectáreas (40.000 metros cuadrados) sobre la que los dos países han estado negociando durante años acerca de la manera de afrontar su descontaminación.

El último capítulo de esas conversaciones tuvo lugar en 2015, cuando las dos naciones llegaron a un acuerdo, sin vinculación jurídica, que recogía que España se encargaría de la limpieza, mientras que EE.UU. se haría cargo de las tierras radioactivas. Sin embargo, el documento nunca llegó a ser desarrollado.

A principios de este año, el Gobierno español volvió sobre el asunto y solicitó formalmente a Washington continuar con las negociaciones sobre la base del acuerdo de hace ocho años.

Tras recibir una respuesta positiva, se espera que el asunto sea uno de los temas tratados este miércoles en el encuentro que el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, mantendrá con el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken.

En el encuentro también se prevé que esté sobre la mesa la conversación que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, llevará a cabo este viernes con su homólogo estadounidense, Joe Biden.

Un incidente arrastrado durante 57 años

El incidente, que se produjo el 17 de enero de 1966, ha permanecido durante décadas en el imaginario colectivo español, en buena parte gracias a ser inmortalizado por fotografías, documentales y varias películas.

Ese día se produjo el choque entre un bombardero B-52 y un avión cisterna KC-135, ambos pertenecientes al Ejército estadounidense, a más de 10.000 metros de altura sobre la costa mediterránea española. El primero volvía de la frontera turco-soviética hacia una base aérea en Carolina del Norte, mientras que el segundo había partido de la base aérea de Morón, en la provincia española de Sevilla.

Los dos estaban realizando una operación rutinaria de repostaje en vuelo, sin embargo, durante un fallo en la maniobra colisionaron, cayeron y acabaron carbonizados. Siete tripulantes de los dos aviones murieron.

El bombardero llevaba cuatro bombas termonucleares de 1,5 megatones cada una (casi 10 veces más que la bomba de Hiroshima). Una cayó en el mar y las otras tres en tierra. Aunque ninguna explotó, dos de ellas se rompieron y dispersaron su carga de plutonio.

La contaminación radioactiva resultante, compuesta principalmente por plutonio-239, plutonio-240 y americio-241, se dispersó en una superficie de 226 hectáreas que incluían monte bajo, tierras de cultivo e, incluso, zonas urbanas.

Entonces se procedió a una primera limpieza: se recuperaron las cuatro bombas, incluida la caída en el mar. Unos 80 días después se retiraron 1.400 toneladas de tierra,  que fueron transportadas a Carolina del Sur, y se sacó la tierra superficial contaminada de 25.000 metros cuadrados. Se calcula que estas labores le costaron al Ejército estadounidense 80 millones de euros de aquellos años.

Sin embargo, en 2007, el estudio de un organismo dependiente del Ministerio de Ciencias confirmó que todavía hay restos de plutonio esparcidos por alrededor de 40 hectáreas. A día de hoy existen zonas valladas que restringen el paso por el peligro de esta contaminación.

En 2010 se elaboró un proyecto de limpieza, donde el principal obstáculo era qué hacer con los residuos radioactivos, puesto que en España no existe ninguna instalación para su adecuado almacenamiento. En ese sentido, el preacuerdo de 2015 contemplaba que alrededor de 6.000 metros cúbicos fueran trasladados a las instalaciones del Gobierno de EE.UU. en el desierto de Nevada.

Ahora, el principal escollo en estas negociaciones es quién asumirá el coste de los trabajos, toda vez que EE.UU. no quiere sembrar un precedente que pueda ser utilizado para futuras reclamaciones.

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