El choque de dos propuestas antagónicas a la conquista del país profundo: ¿cómo se alista Brasil para las presidenciales?
Las implicaciones del duelo que ocurrirá este año en Brasil trascienden al país. Son dos modelos ideológicos diametralmente antagónicos los que se van a enfrentar en el mes de octubre, pero desde ya hay suficientes indicios que la campaña electoral se ha iniciado, aunque legalmente todavía los candidatos no pueden llamar a votar explícitamente.
En una esquina se presenta un líder histórico de América Latina, Luiz Inácio Lula da Silva, que supo enfrentar la dictadura militar de derecha desde los sindicatos, perseverando en la resistencia, pero también yendo a la ofensiva hasta conquistar la silla presidencial de Planalto después de tres candidaturas.
En la otra esquina, Jair Bolsonaro, el actual presidente populista, un 'outsider' de derecha que reivindica la dictadura militar y en las coyunturas sube el volumen no solo contra "los izquierdistas" como Lula, sino también contra las instituciones liberales, haciendo una apología del discurso conservador radical y más concretamente del trumpismo.
Tanto Lula como Bolsonaro son líderes con indiscutible ascendencia masiva y no va a ser en las clases medias donde se dispute el triunfo, sino a lo interno de los sectores populares, donde cada uno, a su modo, ha ganado terreno.
El 2 de octubre es la primera vuelta y de hacer falta habrá una segunda el 30 del mismo mes. En este megaevento se esperan casi 150 millones de votantes y se escogerán 513 escaños de la Cámara de Diputados, 27 del Senado y 27 gobernaciones, además de la Presidencia y la Vicepresidencia.
Así que este año Brasil disputará los más importantes cargos de su institucionalidad estatal y territorial.
Los movimientos 'precampaña'
Cuando faltan cuatro meses para el inicio formal de la campaña ya se producen acontecimientos que precipitan el desenlace.
El exjuez y exministro de Justicia, Sergio Moro, quien trató por un tiempo de posicionar su candidatura en el centro, fuera de las polarizaciones, se retiró la semana pasada después que su nombre no cuajara en las encuestas como un probable presidente.
La estrategia de Bolsonaro es abierta e ideológicamente polarizante y trata de movilizar el voto conservador que se ha instalado en sectores populares, donde antes la hegemonía era del Partido de los Trabajadores de Lula.
Así que, al parecer, en el Brasil de estos tiempos solo vende la interpelación radical y lo que veremos durante la campaña serán dos narrativas, en franca colisión, tratando de convocar al Brasil profundo.
Las encuestas las sigue capitaneando el exmandatario. La última, publicada a finales de febrero, ubicaba a Lula con el 42 % de la intención de voto frente al 28 % del actual presidente. Una importante diferencia que se ha mantenido desde que el primero anunció su candidatura.
La estrategia de Bolsonaro
A la hora de hacer campaña, el líder derechista aumenta su exposición y endurece sus discursos.
Hace pocos días, en un evento en el que ajustaba su gabinete, se le escuchó repetir frases a favor de la dictadura militar y lanzar duros alegatos contra magistrados de la Corte Suprema, a quienes les mandó a "callar la boca". Enfrentar las instituciones parece ser parte del repertorio táctico del actual presidente.
Con la aceptación de la renuncia de su ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto, nadie presume una ruptura, sino más bien un reacomodo de quien muchos pronostican como compañero de fórmula vicepresidencial, lo que realza nuevas alianzas en el mismo sector militar, que sigue siendo preponderante en la ocupación de cargos en su Gobierno.
Sin embargo, es de suponer que el discurso de Bolsonaro enfrenta serios límites.
Por un lado, la economía del país transita en una crisis que se acentuó durante la pandemia y que todavía no ha terminado de superar.
Por el otro, su gestión de la pandemia, que apostó por despreciar el impacto y terminó dejando en Brasil más de 600.000 fallecidos, generó reacciones e indignación incluso en varios de sus puntos de apoyo.
Muchos actores y medios que apostaron por Bolsonaro hoy le han dado la espalda; sin embargo, la potencia de su propuesta tiene que ver más bien con su ascendencia entre el conservadurismo popular, que se ha venido posicionando en las capas marginales.
La capacidad de Lula de ser paciente y esperar inteligentemente su momento para contragolpear va a ser decisiva frente a un coloso acostumbrado a arrollar a sus contendores.
Así que la estrategia de Bolsonaro es abierta e ideológicamente polarizante y trata de movilizar el voto conservador que se ha instalado en sectores populares, donde antes la hegemonía era del Partido de los Trabajadores de Lula, lo que en las presidenciales de 2018 mutó de manera considerable.
Lula, de bajo perfil
Por el contrario, Lula ha mantenido un bajo perfil. Su delantera en las encuestas le permite esperar a que Bolsonaro se siga desgastando, tanto en su gestión como en su liderazgo.
Ya Lula ha adelantado que es bastante probable que su segundo a bordo sea un líder de centro del estilo del exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin, quien tiene tendencias más bien neoliberales. Esta hipotética alianza intentaría generar consenso en contra de Bolsonaro, más que en torno a Lula.
Lula puede terminar haciendo una campaña "atrápalo todo" contra el actual presidente, y para ello le puede abrir espacio a un amplio espectro político desde la centro-derecha a la izquierda radical.
El líder obrero ya cuenta con 76 años, y enfrentará a una dura campaña en la que seguramente será insultado y vejado en mayor medida que en cualquier otra campaña anterior, en la que sus competidores eran civiles y liberales. Su capacidad de ser paciente y esperar inteligentemente su momento para contragolpear va a ser decisiva frente a un coloso acostumbrado a arrollar a sus contendores.
En este 2022 Brasil tendrá la opción de decidir si cambia el actual rostro político o si, por el contrario, lo perpetúa.
Ociel Alí López es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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